Ayurveda, como la mayoría de las medicinas naturales, considera que cada persona es única y es ese enfoque desde la particularidad e individualidad, uno de los factores que la diferencian de la medicina alopática. Ayurveda, al ir más allá, considera que para conseguir un estado saludable, en el que no haya enfermedad, debe haber un equilibrio cuerpo- mente- espíritu.
Muchas personas se limitan a cuidar su cuerpo sin tener en cuenta que el cuidado mental, emocional y espiritual también es de vital importancia. Cada vez se están realizando más estudios para comprobar la relación existente entre la enfermedad y el estado emocional. Ayurveda ya postuló hace miles de años esa relación estableciendo que la mayoría de las dolencias y enfermedades tienen su origen en un desequilibrio del Dosha Vata, siendo éste el encargado del sistema nervioso de nuestro cuerpo.
El estrés y el desgaste excesivo de energía pueden provocar dolencias físicas como pinzamientos, dolor en la parte alta de la espalda; el miedo puede provocar ansiedad, dolores de cabeza o problemas estomacales; la indecisión te puede llevar a padecer ciática; la sensación de que están invadiendo tu espacio puede provocar infecciones de orina,…
Las emociones tales como la ira, la avaricia, la euforia y el miedo, entre otras, pueden ser causadas por situaciones, factores externos, pero lo que mucha gente desconoce es que lo que comemos también condiciona nuestro estado mental y emocional.
Ayurveda establece que el exceso de cada uno de los sabores (Gunas), provoca en nosotros un determinado comportamiento:
Exceso de dulce- Pasotismo, inercia, cambios de humor.
Exceso de ácido- Envidia, resentimiento.
Exceso de salado- Codicia, avidez.
Exceso de amargo- Dolor, pesar.
Exceso de picante- enemistad, enfado, ira.
Exceso de astringente- Miedo, temor.
Es cierto también que muchas veces suplimos las carencias emocionales con comida, pero ¿Qué nos lleva a hacer esto?
Cuando somos bebés y nuestra madre nos está amamantando o dando el biberón, nosotros nos sentimos protegidos porque sabemos que estamos con ella o con la persona que nos esté alimentando. Asociamos ese momento a estar acompañados y a sentirnos queridos. Muchas personas adultas cuando se sienten solas, o vacías, tienden a comer porque de alguna forma se acuerdan de ese sentimiento que les producía comer cuando tan sólo eran unos bebés y esa es su manera de volverse a sentir bien.
Con esto no quiero decir que todas las personas que actúan así lo hagan por este motivo, pero parte de ellas es muy posible que si.
En este punto podemos decir que existe una estrecha relación entre lo que comemos, nuestras emociones y sentimientos, y nuestro estado de salud.
Es bueno ser conscientes en todo momento de nuestros pensamientos, de cómo nos sentimos y de qué alimentos estamos ingiriendo para conseguir que esa relación sea lo más equilibrada y positiva posible. Ser optimistas, siempre que podamos empezar el día con una sonrisa e intentar mantenerla hasta que nos vayamos a dormir (sé que muchas veces puede resultar un poco difícil), ser valientes ante las adversidades, darnos cuenta y reconocer cada vez que tengamos un pensamiento o emoción negativa, olvidarnos de la comida basura como puede ser bollería industrial, patatas fritas, bebidas gaseosas y azucaradas,… El azúcar refinado que está presente en la mayoría de los alimentos procesados que compramos, es uno de los mayores enemigos de nuestra salud y existen muchos sustitutos como el azúcar de caña, la miel o el sirope de arce, entre muchos otros, que nos van a endulzar la vida sin que eso suponga un riesgo para nuestra salud.
Sólo me queda decir que estoy totalmente de acuerdo con la frase «somos lo que comemos».